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Si eres periodista, músico, cineasta o artista tienes que aprender tokeneconomía


Blockchain es una realidad y hace tiempo que dejó de ser una tecnología minoritaria exclusivamente usada por los avanzados de los avanzados, demiurgos o hackers. Cada vez son más los servicios que genera, hasta el punto de que si hoy se considera a Internet como nuestro marco tecnológico, ya se empieza a hablar de Blockchain como el nuevo marco tecnológico en el que vamos a trabajar, consumir, contratar, relacionarnos todos. Mejor dicho, casi todos. Los que no quieran quedarse descolgados y excluidos de su lógica. Pero eso ya sería en su fase plena, cuyo horizonte se sitúa en menos tiempo del que han tardado otras tecnologías en hacérsenos cotidianas.

Hoy, todavía en fase creciente, Blockchain es un campo de oportunidades, donde adquieren ventaja los early-adopters, quienes antes la adopten, en cada una de las industrias. Así, si eres periodista, músico, cineasta o artista conviene que aprendas de tokeneconomía, la evolución del capitalismo financiero que ha facilitado la irrupción de la tecnología blockchain. Y lo tienes que hacer cuanto antes.

En primer lugar, porque la lógica general de las oportunidades en un campo nos dice que éstas se van cerrando cuando más actores se incorporan al mismo. En segundo lugar, porque esa lógica se intensifica aún más en el caso de las industrias culturales enguantadas en la tokeneconomía, ya que cuanto antes produzcas: a) confianza sobre tu forma de trabajar; y b) atención sobre tus trabajos o contenidos; más fácil será la reproducción ampliada de confianza y atención.

Hay que reconocer que las cosas no están nada fácil para la mayor parte de los profesionales en el modelo actual de las industrias creativas y de la comunicación. La Unió de Periodistes Valencians presentó hace unos días un informe sobre la situación del periodismo freelance en la Comunitat Valenciana en el que se pone de manifiesto que el 38% de los periodistas y fotoperiodistas ingresa menos de 500 euros al mes y que un 65% no llega a mil euros. Los datos de este estudio, elaborado por la periodista Lorena Ortega, bien podrían extrapolarse a la situación profesional de los periodistas y otros profesionales de la cultura y la comunicación en todas las comunidades.

Cuento mi experiencia por si puede servir de ejemplo. La irrupción de internet me pilló trabajando en ABC, pero apenas me enteré de la transformación tan profunda que iba a producir en los medios de comunicación. Sí recuerdo que l@s periodistas nos negábamos a subir nuestros textos a internet y también recuerdo la fascinación que me producía poner una palabra en Google y que me arrojase un montón de datos, evitándome tener que ir al archivo del periódico y rebuscar en aquellos sobres que con tanto celo clasificaban por temas mis compañeros.

Al poco tiempo, Google nos devoró a tod@s, dejándonos al borde del abismo. Con blockchain, tenemos la suerte de que existe internet para contar todo lo que esta tecnología, denominada internet del valor porque además de compartir información, nos permite intercambiar el valor de los activos, sean financiero o no, a través de una red de contabilidad global. Empecé a documentarme e investigar sobre blockchain hace tres años. Desde hace uno, aproximadamente, vivo del trabajo que produzco como periodista blockchain. He tenido que aprender mucho; pero toda la experiencia anterior ha sido fundamental para poder asimilar lo aprendido.

Al principio, pueden generar resistencia algunos términos, como los de blockchain o token. Sobre el primero, hay que tener en cuenta que, por ejemplo es una tecnología como internet, donde no hay que saber qué está detrás cuando usamos la red. Sobre los segundos, son objetos transaccionales, siendo su función principal facilitar y dinamizar transacciones, por el que los músicos, articulistas o escritores, por ejemplo, pueden convertir sus derechos de autor en activos negociables listos para cotizar en los mercados. Lo que hacen es, profundizando en la lógica del capitalismo que nos ha tocado vivir, facilitar la capitalización de esos derechos conseguidos a partir del esfuerzo y el talento. Lo que cambia –y esto es realmente significativo- es que tal capital lo explota el propio autor, en lugar de explotarlos otros.

El pionero de la transformación del copyright en bonos fue el genial David Bowie. Convirtió sus futuros derechos de autor en capital, con el que podía intervenir en los mercados financieros, de manera que estos fijaran su valor. El cantante obtuvo 55 millones de dólares en 1997 vendiendo sus Bonos Bowie a diez años. El interés anual era del 7,9% y la oferta estaba respaldada por los futuros beneficios derivados de los royalties que presumiblemente generarían sus canciones.

La tokenización facilita la estrategia llevada a cabo por Bowie, gracias a una especie de estandarización de los procedimientos. Así, se facilita, a todos los participantes de la industria de los medios, el diseño de su propia moneda para beneficiarse del mercado que ellos mismos producen. Esa moneda es el token que, como nombre general, está sirviendo para denominar a toda una economía que está generando una gran cantidad de valor.

Como, a su vez, cada token tiene su nombre propio, es lo que permite crear una especie de “sistema económico propio”. Es decir, puesto que como autor o medio de comunicación produzco cosas (contenidos) que es posible capitalizar (derechos de autor), también puedo crear mi mercado y “mi sistema económico” ¿por qué no voy a producir la moneda con la que gestionar este mercado? Así, a partir de la creación de esa nueva moneda institucionalizo mi mercado y las posibilidades de generar, intercambiar, acumular o vender capital denominado en ese específico token.

*Foto procedente del perfil de TW de Lorena Ortega

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